viernes, 12 de agosto de 2011

CAFÉ


Que el olor del café inundara toda la casa, y escuchar el soplar del viento en el mismo momento en el que el humito salía de la taza y volaba para sumergirse en el aire e inundarlo, y que pareciera que el sonido salía del humo… y soplar el café, y que ese ruido del aire saliendo por su boca se mezclara con el ruido del viento golpeando las hojas de los árboles de la cuadra.
Y que lloviera, sobre todo que lloviera suavemente, eso sobre todo.
Nada más hacía falta para que se transportara a cualquier lugar, lejos, muy lejos, sin solo mover un dedo. Literalmente volaba, se sumergía en algún submundo que podía ser como ella quisiera y podía transformarlo una y otra vez a su antojo…
Llovía afuera, suavemente, y mientras las azoteas se inundaban de agua pensó en que habían momentos para huir y momentos para quedarse, y que ya estaba siendo hora de hacer camino. Solo tenía que buscar una nueva estrategia, como tantas otras veces, encontrarla, y luego estaba todo hecho.
Aun le quedaba media taza de café.
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